viernes, 21 de enero de 2011

Concursos de... ¿talentos?

No es la primera vez que soy protagonista en primera persona de la manera en la que se manipula la música.

Tras cuatro años de buscar una salida en la música a nivel local y nacional, de ver que el que más se reconoce no suele corresponder al que mejor lo hace, y que las amistades son las que mandan, esta vez la gota ha colmado el vaso.

Por primera vez asisto a un plató de televisión, veo los resultados, y con ello intento no desmotivarme; una tarea difícil.

Cuando en los concursos de talentos tienen una categoría denominada "canción femenina", ¿qué es lo que buscan?
¿Baile de verbena? ¿Feeling con el público? ¿Voces formadas y sólidas?
Sorprende que lo que se debe valorar que es la capacidad vocal, la entonación, la afinación y modulación se olvide cuando alguien es "la hermana de menganito", "la hija de fulanito".

La valoración del jurado iba de la mano de cantantes como Oché Cortés o Alberto Comesaña (Amistades Peligrosas). Sin embargo parece que éste último ha perdido el sentido por el gusto y la implicación que requiere una buena afinación y una buena actuación, más allá de una puesta en escena.
¿Música o espectáculo? Espectáculo, al menos esta vez, en la que un baile propio de verbena de pueblo con una voz desafinada vence en puntos a una puesta en escena delicada, que emociona y con una afinación, según afirma Cortés, perfecta. Otra vez más, un concurso de talentos demuestra lo poco que valora las buenas voces cuando hay amigos encima de un escenario.

Por suerte, a pesar de las escenas de preferencia hacia una de las concursantes que se apreció en plató y que quedó en segundo lugar con dos puntos, ganó la que debía ganar. Una voz fina, modulada (aunque con los errores propios de un directo en el que influyen los nervios), con una puesta en escena muy mejorable como le dijo el jurado, pero apreciando el talento que es lo que cuenta. Y al menos, dentro del enfado, me alegro mucho de que esta chica haya ganado aunque sólo por un punto, a una confiada concursante con muchos padrinos.

Y me vuelto a quedar ahí, en el escalón intermedio entre la buena voz y buenos enchufes, entre las mejores valoraciones y el menor número de votos. Entre el cariño del público, los alagos, y el enfado de todos aquellos que se dan cuenta que todo esto es un escaparate, que todo está decidido.

Pero se me queda grabada la escena en la que el animador del público sólo hace aplaudir en medio de las dos actuaciones más votadas, y cuando un miembro del jurado reconoce sin tener cuidado de quién le escucha, que estaba claro quién iba a ganar si no hubiera sido por una fuerte competencia. 

Eh, pero eso sí... No está elegido de antelación, ni hay enchufes y, por supuesto, es muy justo.


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